El mensaje que nos regala Ana Iglesias es maravilloso: se puede ganar una edición de Masterchef brusca y polémica siendo dulce, generosa, altruista y tenaz. Aunque sea más de gestos que de palabras, Ana tiene puntería cuando habla: pide y ofrece respeto, no maquilla su opinión y, sobre todo, pregunta y agradece. Le preocupa hacer brillar al resto. Es una excelente compañera.
Entretodos
"Ya no sé qué puede pasar más", confesó con el trofeo y el sueño en las manos. Ana ha sabido encontrar su camino en Masterchef y plasmar su personalidad en las elaboraciones sin hacer mucho ruido ni dejar de crecer y exigirse. Ha sido, con mucha diferencia, la mejor de los dos últimos programas. Personas como ella inspiran a cualquiera porque solo bajan los brazos una vez celebrada la meta y crean vínculos de verdad.