Sentado en un banco, empecé a debatir con una amiga sobre las elecciones del 10-N y las opciones que barajábamos votar. Ella, convencida, me dijo que ejercería un voto nulo porque ninguna opción política la representaba verdaderamente, y que creía que el cambio que ella persigue estaba muy lejos de las urnas.
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Como le dije, creo que el problema reside en quienes no quieren el cambio, ya que ellos siempre votan, y siempre votan lo suyo. Dentro de lo lícito que me parece el voto nulo como vía de expresión, veo que a veces elegir entre lo menos malo te puede ahorrar vivir algo mil veces peor.
Llamadme ingenuo pero, sin dejar de lado otras protestas alejadas de los plebiscitos e igualmente legítimas, yo aún creo en el poder de las urnas para expresarse en un sistema democrático.