Nunca dejemos de lado la historia; hará que no realicemos injusticias en el futuro. Hace unos días, jefes de Estado y líderes mundiales mostraron su adhesión con el pueblo judío conmemorando el 75º aniversario del Holocausto en Yad Vashem en el memorial de la Shoah en la colina Herzl de Jerusalén.

El 27 de enero, Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto, se ha rememorado la liberación por las tropas soviéticas del campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau en 1945. La Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó oficialmente esta fecha para que la humanidad no olvide nunca esta locura. Aunque, por desgracia, desde esa fecha aún siguen aconteciendo locuras semejantes en diferentes lugares de nuestro planeta.

Los testigos y aún supervivientes de estas atrocidades contra la vida del ser humano recuerdan esas tris­tes experiencias vividas que no perdonan ni olvidan; pero, insisten, no odian a los que realizaron estos crímenes execrables. La Unión Europea aprobó una resolución en la que condena de igual forma al comunismo y nazismo: "ambos regímenes cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones, y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad".

Hay que someter el odio y la venganza en esta sociedad convulsa. Debemos hallar de nuevo la pureza como impulso de satisfacción, la protección para todos; buscar el sueño, la energía, el regocijo, la libertad y principalmente la quietud para compartirla con los demás.

Si enseñáramos y recordáramos la historia con insistencia a todos los ciudadanos del mundo desde la escuela, aprenderían la lección y no habría más hechos como estos ni otros que aparecen a diario y que contemplamos impávidos.