El 25 de noviembre es el día en el que se denuncia la violencia sobre las mujeres en todo el mundo. En nuestro país, aparte de algunos ignorantes que niegan lo que las cifras dicen, la situación sigue siendo preocupante. Más de 1.000 asesinatos desde 2003. Y no hablemos del resto de datos que reflejan esta lacra social.
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En ocasiones, se culpa a las propias mujeres que sufren cualquier tipo de violencia: ¿por qué no denuncian? Joseph Conrad escribió en uno de sus relatos que mientras se siente apego a la vida, el miedo no se puede destruir.
Ellas no son cobardes. Solo tienen miedo.
Es cobarde el maltratador, que se piensa superior a su víctima, reflejando de forma violenta —en cualquiera de sus formas—, sus propias debilidades e inseguridades.
Y somos cobardes los demás, que no denunciamos. Seguimos sin entender, en muchas ocasiones, que una acción violenta dentro del seno de una familia es cosa de todos. Que hay más actos que un golpe que también son violencia. Que 50 muertes al año no solo afectan a la víctima. Que no podemos pretender ser una sociedad justa si toleramos con nuestra inacción cualquier tipo de crueldad sobre la mujer.
Tenemos que dejar de ser cobardes.