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Si estás en los 50, tienes futuro, por Pau Arenós

  • El ímpetu de los 30 no es el desgaste de los 60 y, si no, que pregunten a las articulaciones

  • Se exalta la juventud, como es natural, y la mediana edad es el olvido: hablo en términos profesionales

El cocinero Josep Maria Masó, en el restaurante Tangana.

El cocinero Josep Maria Masó, en el restaurante Tangana. / Pau Arenós

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Pau Arenós
Pau Arenós

Coordinador del canal Cata Mayor

Especialista en gastronomía

Escribe desde Barcelona

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Se exalta la juventud, como es natural, y la mediana edad es el olvido: hablo en términos profesionales.

Es común que hombres y mujeres en torno a los 30 –muchas veces, por debajo de esa edad– se aventuren con su primer restaurante, ilusionados con decidir por sí mismos después de someterse a las órdenes de otros.

Esta es la generación mejor preparada de la historia –y esto se dice tan a menudo que acabará por ser mentira–, formada con las técnicas vanguardista (que, para algunos, son las artes oscuras) y concienciados de la herencia, del poso histórico y sentimental.

A la vez, la cocina al vacío y el primitivismo de la llama, por señalar ejemplos; el plato de la memoria y los espesantes diseñados durante el hervor tecnoemocional. Renunciar a un conocimiento o al otro es de idiotas, o de pasmados, o de extremistas.

Ya no es tan común encontrar que alguien próximo a los 60 se enlode en la apertura de un establecimiento propio. El ímpetu de los 30 no es el desgaste de los 60 y, si no, que pregunten a las articulaciones.

Visito esta semana a Josep Maria Masó, de 58 años, que tuvo en propiedad un restaurante homónimo en Puigcerdà (La Cerdanya) en la consabida treintena y solo ahora, con Tangana, ha vuelto a ser dueño, después de una vida en nómina ajena. Su socio, Àlex López, está en los 29.

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Me cuenta Josep Maria que para la sala ha contratado a un colega de su misma edad y que otro amigo le dijo que en la hostelería buscan cincuentones porque el compromiso con el trabajo es distinto. ‘Distinto’ respecto de los más jóvenes, que han decidido no poner el curro en el centro de sus vidas.

Por un lado, me alegro de que se aprecie la experiencia, la seriedad y la entrega de los que han rebasado esos 50 años que no son la mitad de la biografía, sino un trecho más; y, por otro, me pregunto qué haría y cómo enfocaría el futuro si estuviera aún en la lanzadera de los 30.