La pacificación de la calle de la Riera de Sant Miquel se acordó en 2009, pero al ser un afluente de la Diagonal, la cosa se fue demorando por temor a cómo afectaría al lateral de la avenida. En mayo de 2013, vecinos y comerciantes reunieron más de mil firmas para reivindicar lo pactado y que esta vía dejara de ser un atajo para ir de Jardinets de Gràcia a Gal·la Placídia. Era, se acordarán los que pasaban por aquí, no digamos ya los vecinos, un sinvivir de automóviles y motos que la utilizaban para ahorrarse tres o cuatro semáforos del eje Diagonal-Via Augusta. La reforma llegó finalmente a finales de 2013, y esto ya nada tiene que ver con aquella arteria de dos carriles y aceras esmirriadas. Se modificó el sentido de circulación, se subió la calzada para crear plataforma única y se limitó la velocidad a 10 kilómetros por hora. Se quitaron un peso de encima, y un montón de coches también, pero con el tiempo aparecería otro problema: la suciedad.
Gràcia y el difícil equilibrio entre la convivencia y el uso intensivo de la calle (leer noticia)