¿Puedo decir sin que nadie me insulte que lo que sentí el lunes al ver por primera vez a los acusados del juicio del 'procés' sentados en el banquillo fue pena? También un cierto cansancio, reflejo quizá de los rostros de los acusados y de lo mucho que viene durando esta historia, como si nunca hubiésemos conocido otra, y desánimo también, como cuando crees que has despertado de una pesadilla e intentas encender la luz pulsando el interruptor y al ver que no se enciende te das cuenta de que en realidad sigues dormido, sumido en el sueño.
Un juicio (leer noticia)