Mark Knopfler deja entrever que se retira de los directos en un exquisito concierto en Barcelona.

Hay vida todavía en las antípodas del visto y no visto del mercado pop: carreras largas, ajenas al glamur y a los acentos de la modernidad, que conservan un vínculo con el público por peregrinos conductos y que en escena no se reservan pirotecnias sino el sereno espectáculo de la consistencia y de la infinita modulación. Él es Mark Knopfler, y ha seguido siendo hasta hoy un músico capaz de ofrecer delicadezas para grandes audiencias, si bien parece haber llegado a un punto de no retorno en su trayectoria, el umbral de su fundido como artista de gira, o así cabe interpretar las palabras que soltó este jueves en el Palau Sant Jordi.

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