Le preguntó Jordi Basté a Ramon Gener en la noche de 'La Marató' (TV-3), con un punto de dramatismo: «¿Cómo suena la muerte, Ramon?». Y Gener contestó: «En re menor». Y se puso al piano y nos enseñó con que tonalidad creó Mozart la muerte en 'Don Giovanni': en efecto, a base de re menor. Y cómo le dio la vuelta más tarde Beethoven en su 'Novena Sinfonía', trabajando el re mayor como la nota que representa la vida. ¡Ah! Entre la vida y la muerte solo hay un semitono, nos enseñaba Gener en su piano, dando ese toque de calidad, de excelencia, en la noche de ‘La Marató’ televisiva. Este año esta jornada altruista y solidaria, además de perfecta y redonda, como siempre, ha sido de una utilidad en mayúsculas. Nos ha enseñado, por si todavía no lo habíamos entendido, que la pandemia del coronavirus nos afecta a todos, y de manera terrible. Nos han enseñado la muerte a través de familiares que han perdido a seres queridos. Muchas muertes, todos los días, desde marzo como mínimo. Como si cada día se estrellase un avión de pasajeros. Cada día. Cada día. A veces mirando la fría contabilidad de las cifras, perdemos la tragedia de vista. Nos han enseñado a personas que ha sobrevivido, pero con secuelas terribles. Muchas personas, muchas. Piernas amputadas, pulmones afectados gravemente, lesiones cerebrales, quedarse sin fuerzas para caminar... Y sin saber si estas secuelas van a quedarse de por vida. Me ha gustado el protagonismo que le han dado al mundo sanitario, aquellos héroes a los que al principio aplaudíamos desde el balcón, a las ocho en punto. Los encuentros en hospitales y clínicas. Hasta el punto humorístico del ‘sketch’ musical con los doctores Padrós y Trilla, en el doméstico pisito de la Rosel, la Sans y la Terribas, en plan les tietes Teresines. A Oriol Mitjà lo han colocado fregando platos en la cocina, y les ha salido una metáfora divertida: con el estropajo quizá lo que lavaba era la vajilla de JxCat y intentando sacarle brillo.