-¿Qué es más difícil, trabajar en la CIA, o ser actor y cantante?
-Tampoco es tan difícil. Me encanta actuar y cantar en directo en el escenario. Cuando hago una película o una serie, echo de menos la mejor parte de mi trabajo: estar con el público en directo. Cuando grabo ante una cámara, ¿dónde está el aplauso? ¿Dónde está el público? ¿Dónde está la respuesta? No existe. Creo que por eso me gusta más actuar y cantar.
-¿Pero sí se preparó a fondo para encarnar a un directivo de la CIA?
-Pasé una buena temporada en Washington DC con un cargo muy similar al que interpreto en la serie, aunque ya lo había dejado. Ya antes de grabar el episodio piloto también leí libros sobre la CIA, la mayoría de ellos muy recomendables, como 'A legacy of ashes', del periodista de 'The New York Times' Tim Weiner. Y algunos exagentes me explicaron cosas que nunca se publicarán. Temas que, por lo general, tenían que ver con lo que me interesa: la tortura, la agonía de la condición humana. Para mí, como actor, mi principal interés en cualquier trabajo o interpretación es conectar con mi personaje y con el público. No puedo explicar cómo se consigue conectar, pero es lo que he hecho toda mi vida e intentaré hacer hasta que me muera.
-¿Y cree que lo que se narra en 'Homeland' se basa en la realidad?
-Te despiertas por la mañana y lees el periódico, y tienes la sensación de que estás ante el guion del episodio de ese día. Hay mucho material en este mundo que vivimos para series como Homeland. Pero que quede claro que nuestra serie no es un 'reality show', ni nos dedicamos a presentar lo que está sucediendo en el mundo. Con esto quiero decir que los guionistas, los actores, las imágenes que crean nuestros directores, es un trabajo artístico... No me gusta la palabra artista, pero sí quien hace este trabajo, y nuestro trabajo, como artistas, es crear una realidad paralela a aquella en la que han fracasado los líderes políticos. Y parece ser que nuestra propuesta funciona, ya que el presidente Obama ve la serie y en Israel también es un gran éxito. Sin duda, habrá quien se escandalice y diga: «¿De qué está hablando Patinkin? Es una serie en la que se tortura y se mata». Sí, es verdad, esa es una parte de Homeland, pero hay mucho más que eso.
-¿Suele discutir con los guionistas sobre el desarrollo de la serie?
-La verdad es que son muy buenos y escriben muy bien, por lo que rara vez planteo alguna objeción... Quizás en un par de ocasiones en los tres años y medio que hemos trabajado juntos. Entonces lo hemos hablado abiertamente. Unas veces han estado de acuerdo con mi punto de vista, otras me han hecho ver que era mejor su planteamiento, y en alguna ocasión han cogido al vuelo alguna improvisación que había tenido. Y eso es muy divertido, porque esa es mi manera de trabajar: me gusta improvisar, hacer cosas que vienen a mí de improviso, que ni siquiera había pensado.
-Su papel de Samuel Berenson, ¿es el mejor de su carrera?
-Si este fuese el mejor papel de mi vida, entonces ¿qué es lo que tengo que hacer después? He sido un privilegiado en mi vida por los diferentes personajes que he podido interpretar, y lo que me encanta es que no tenemos ni idea de lo que deparará el futuro, por lo que estoy muy entusiasmado con lo que vendrá. Esto podría durar. Tengo la sensación de que varios años más, así que voy a disfrutarlo. De todos modos, el rodaje de la serie dura medio año, por lo que tengo otros seis meses para hacer otras cosas. Por ejemplo, ahora tengo una nueva obra musical, que interpreto junto a Taylor Mack, llamada The last two people on earth: an apocalyptic vaudeville, y en la que canto y bailo durante una 80 minutos sin parar.
-Lleva casi cuatro años trabajando día a día con Claire Danes y Damian Lewis. ¿Es positivo o negativo?
-Es lo mejor. Cuando te familiarizas con otros actores, guionistas, directores..., formas un equipo que trabaja más cómodo y mejor... Cuanto más tiempo estamos juntos, y compartimos experiencias, todo es más fácil y más simple. Hay un don natural, la sencillez, que es intrínseco a estar juntos... Esto es un verdadero regalo, y una alegría.