Más de tres décadas después de su debut en el Liceu, Edita Gruberova sigue levantando pasiones en el que es uno de sus feudos, junto a Viena y Múnich. La diva eslovaca, de 66 años, volvió a poner en pie el domingo a los fans que acudieron al Gran Teatre a rendirle su renovada admiración. Una lluvia de flores cayó sobre el escenario cuando terminó su recital dedicado a Schubert, Rachmaninov y Strauss, y la cita se prolongó 45 minutos más, que fue el tiempo invertido en interpretar cuatro propinas y corresponder a las incesantes aclamaciones.
INDUDABLE ESTILO / El lanzamiento de centenares de octavillas con la frase Gruberova i Liceu; sempre una festa, y la aparición en el proscenio de una enorme pancarta con un corazón, la imagen de la artista y la cita Edita, la regina sei solo tu, además de una fotografía ampliada colgada de un palco, fueron signos del fervor de sus seguidores. Y es que pocas veces se da una comunión tan intensa entre una artista que parece importada de otros tiempos y su público.
La diva abordó los lieder de Schubert con evidente dominio técnico, pero sin llegar a transmitir la emoción romántica y naturalista. Subió la intensidad interpretativa con Rachmaninov y, sobre todo, con las ocho canciones de Strauss, recreadas con indudable estilo. Pero hubo que esperar a los bises para que exhibiera su peculiar pirotecnia vocal. Después de interpretar un lied de Strauss, la soprano desató la locura con Villanelle, de Eva Dell'Acqua, y sus versiones de las arias Ombre légère de Dinorah, de Meyerbeer, y la O luce di quest'anima de Linda di Chamounix, de Donizetti. Gruberova en estado puro.