10 'fakes' educativos: ni se aprende copiando ni el trabajo cooperativo penaliza al buen estudiante

En un momento en el que se está debatiendo el futuro de la educación en Catalunya a partir del análisis sobre qué se ha hecho mal para que los últimos resultados de PISA hayan sido los que han sido (situando el nivel del alumnado catalán a la cola de Europa), el neurobiólogo y divulgador Héctor Ruiz Martín publica ‘Edumitos, ideas sobre el aprendizaje sin respaldo científico’, libro en el que desmonta –investigaciones en mano– 44 creencias sobre el aprendizaje tremendamente arraigadas. Estas son algunas de ellas. Se aprende mejor cuando descubres las cosas por tu cuenta Apoyándose en numerosos autores e investigaciones, Ruiz Martín separa entre los conocimientos "biológicamente primarios" –aprender la lengua materna– y los "biológicamente secundarios". Para los segundos –de las matemáticas a la lectura y la escritura– la enseñanza (que alguien nos lo enseñe) juega un papel clave. Cada docente tiene un método particular que le funciona mejor Ruiz Martín toca hueso señalando este "edumito", como los ha bautizado. "La condición de que es necesario 'hacerlo bien' para que un método pueda demostrar sus bondades resulta lógica, pero puede empujarnos a una trampa: la de insistir en que un método funciona a pesar de que los resultados no acompañen, justificando que su fracaso se debe a que no se aplicó correctamente", apunta. El aprendizaje cooperativo perjudica a los buenos estudiantes "Los estudios que han comparado los métodos de aprendizaje cooperativo con los métodos en que los estudiantes trabajan individualmente o incluso compiten suelen respaldar la superioridad de los primeros tanto para promover el aprendizaje para alcanzar las metas académicas", señala Ruiz Martín [citando a Roseth]. Añade otro dato importante: que para que el aprendizaje cooperativo resulte eficaz, los grupos deben ser heterogéneos. Copiar es una buena estrategia para aprender "Desafortunadamente, mientras copiamos un texto podemos tener la sensación de que estamos aprendiendo como el que más; sin embargo, igual que sucede con otras estrategias de aprendizaje poco efectivas, como releer, se trata de una mera sensación de familiaridad", apunta el divulgador, citando a Koriat y Bjork. Los estudiantes olvidan lo aprendido porque no lo asocian a emociones "El hecho de que después de estudiar algo y 'bordar' un examen lo olvidemos pronto no depende de si nos apeló emocionalmente, sino de lo que hicimos para estudiarlo", indica Ruiz Martín. El especialista añade que una de las estrategias más efectivas para lograr aprendizajes duraderos es espaciar la práctica del estudio en el tiempo. Si el entorno es motivador, los niños aprenden a leer de forma natural "Una de las ideas sin base científica más perjudiciales para la misión educativa es la noción de que el aprendizaje de la lectura ocurre de manera natural y espontánea, igual que la adquisición del lenguaje oral", insiste el neurobiólogo, quien subraya que "la conclusión de que aprender a leer es igual que aprender a hablar no tiene sustento alguno". La memoria funciona como un músculo que debemos ejercitar "No tiene nada de malo desear que los alumnos fortalezcan su capacidad de memorizar en general. Querer que se conviertan en mejores estudiantes es muy loable; pero creer que lo harán solo porque les emplacemos a memorizar datos de nuestra materia es erróneo", afirma. El neurobiólogo también mantiene que, aunque no podamos mejorar nuestra memoria en general, "sí podemos emplearla de manera más eficiente mediante estrategias de estudio". El desarrollo cognitivo es un proceso biológico en el que no se puede intervenir Según las ciencias cognitivas, recuerda Ruiz Martín, "la capacidad de los niños (y de los adultos) para aprender algo o para pensar de un modo concreto sobre algo depende especialmente de los conocimientos que han adquirido que estén relacionados con ello" (Willingham, 2006). Escuchar música clásica estimula la inteligencia del bebé "La sugerente idea de que escuchar música clásica tiene efectos especiales permanentes o transitorios en nuestra cognición que le son exclusivos no ha sido corroborada científicamente, por mucho que nos pese", destaca también Ruiz Martín. La atención solo puede sostenerse unos 30 minutos (y por eso las clases deberían durar 30 minutos) "En el contexto de una clase no tiene mucho sentido decir que 'la atención dura tanto o tanto otro', pues, para empezar, no dejará de ir y venir continuamente entre el contenido de la lección y otros estímulos o pensamientos superfluos a la misma", pone sobre la mesa el divulgador. "A lo máximo que podemos aspirar en una clase es a que los estudiantes no se demoren en regresar de sus cavilaciones a las cuestiones que esperamos que atiendan", añade.

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