El número 130 del Passeig de Gràcia, la finca contigua a la Casa Fuster, es seguramente una rara avis en la calle más cara de ese Monopoly llamado Barcelona. Pese a haber sido construida en 1909 por el mismo arquitecto que este hotel de cinco estrellas "gran lujo" –esa es su catalogación exacta–, Lluís Domènech i Montaner, basta cruzar la puerta de la escalera para ver que esta no es la finca que uno imagina encontrar en la más señorial de las avenidas de la ciudad. Bicicletas y cochecitos de bebé bajo de los buzones dan la bienvenida al visitante. La escena habitual de las fincas sin ascensor, como es el caso.
Radiografía de un eje icónico
Vecinos del Passeig de Gràcia: "Es fuerte que venga gente de tan lejos para retratar tu casa"
Andrea Acquarone en la terraza de su ático en Passeig de Gràcia. /
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