En 2019 cinco vigueses (Rubén Recamán, Fernando Castro, Pablo y Jaime Moure y Pablo Domínguez) se embarcaron en un proyecto empresarial que pretendía ser un referente: el aprovechamiento del comúnmente conocido como el “escarabajo de la harina”, el Tenebrio molitor –por su perenne presencia entre los cereales le ha valido ganarse la consideración de “plaga”–, en un alimento perfecto para animales, por su valor proteico. Pero el alto contenido en quitina, presente en el caparazón de los insectos, hacía muy difícil su digestión y muy cara su producción. Así que, a partir de las heces de larvas del escarabajo crearon un abono orgánico que previene la degradación del suelo, aumenta la disponibilidad de sus nutrientes y reduce la acidez, entre otras cosas.
Escarabajos: de plaga a ecoplástico y “superalimento”
La empresa Galinsect es pionera en la conversión de los insectos adultos en sustancias con importantes aplicaciones industriales, hasta posible sustituto del litio
Rubén Recamán, socio de Galinsect en la sala donde se crían las larvas del escarabajo.
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