Ya pronto la sacarán, seguro. Se lo dice a ella misma, para darse ánimos. Lo ha leído en el diario: se está reclamando el fin de la mascarilla obligatoria en hospitales, geriátricos y farmacias. Ella lleva más de tres años enmascarada. Ahora es diferente, cierto. Sale de la farmacia y la guarda en el bolso hasta el día siguiente. Pero aún son muchas horas. Y, sobre todo, esa sensación de continuidad. Con los días negros aún pegados al rostro.
Agua corriente
El aire huele a encierro
Esta semana, la escritora Emma Riverola se pone en la piel de una farmacéutica con el pasado aún pegado a su piel
Un cliente en una farmacia. /
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