Riesgo elevado
Más fieros y extensos: Catalunya registra el primer trimestre con más incendios en 10 años
Los fuegos de gran potencial y peligro son un preámbulo de lo que puede llegará en verano, según los bomberos
Incendio Calafell / Ramon Costa
Lo que llevamos de 2023 (enero, febrero y marzo) supone el primer trimestre con más incendios de los últimos 10 años en Catalunya. En total, los bomberos han trabajado en casi 475 fuegos, una cifra cuatro veces mayor que la contabilizada, por ejemplo, el año pasado. Estas cifras tan altas ya se registraron durante 2012, 2008 o 2007, estos dos últimos coincidiendo con la última gran sequía en Catalunya (2004-2008). Esta vez, sin embargo, la falta de agua conforma un cóctel explosivo junto al calor extraordinario del último año.
"La sequía complica las cosas pero lo que es más inusual son las altas temperaturas", apunta Jordi Castellví, subinspector técnico del GRAF, el grupo de actuaciones forestales de los bomberos. Castellví asegura que es habitual que en marzo haya incendios. "Lo que no ha sido normal, en cambio, es la cantidad de fuegos que ha habido y tampoco la extensión y el potencial que tenían", detalla. Destaca por ejemplo fuegos como los de Canejan (Vall d'Aran) o el de Gandesa, que acabó arrasando dos hectáreas pero que llegó a amenazar una gran extensión.
"No es normal la cantidad de fuegos que ha habido y tampoco la extensión y el potencial que han tenido", afirman desde el cuerpo de bomberos
Si nos fijamos solo en los datos de marzo, la diferencia con otros años todavía es más acentuada. Este año se han declarado 220 incendios forestales. No había tantos desde 2012. El año pasado, por ejemplo, en el mismo mes de marzo, los bomberos salieron 50 veces por este motivo. En toda España se ha vivido el marzo con más incendios desde que hay registros. Se llegaron a calcinar más de 40.000 hectáreas, 3.000 de ellas en el fuego de Castellón. También ha habido fuegos como los de Asturias, algunos de los cuales siguen activos a día de hoy.
Llamas premonitorias
Algunos de los incendios han tenido un potencial de 100 hectáreas y, en los días de viento, el perímetro que amenazaban llegó a las 1.000 hectáreas. Según Castellví, a este nuevo escenario no están acostumbrados: "Hemos vivido episodios de fuegos de alta intensidad, en los que las llamas saltan y generan focos secundarios. Esto, en marzo, no tocaría". Lo más común, según explica, serían fuegos con un potencial de 10 o 15 hectáreas.
España también ha sufrido el marzo con más incendios desde que hay registros, con 40.000 hectáreas calcinadas, 3.000 de ellas en el fuego de Castellón
Aun así, considera el especialista que este primer trimestre podría haber sido mucho peor: "En los días de más viento y calor, tuvimos suerte, porque las igniciones que se produjeron no fueron especialmente complicadas y las pudimos frenar a tiempo". ¿Es esto un anticipo de lo que llegará en verano? Castellví no tiene ninguna duda: "Si no llueve lo suficiente, que no parece que vaya a ocurrir, entraremos en verano con una sequía estructural. Sin que la vegetación se haya regenerado mínimamente". Y esta situación genera grandes incendios que pueden aparecer más pronto de lo habitual.
Bomberos trabajan en una quema prescrita en Puig-reig (Berguedà) hace unas semanas. / Bombers de la Generalitat
En los últimos años, cada vez se han registrado más incendios en junio. Ahora, sin embargo, la temporada de riesgo alto está llegando más temprano: "El año pasado, el 15 de junio ya se declararon fuegos importantes y difíciles de abordar. Este 2023 no descartamos que esta situación se dé ya a finales de mayo". Después de este mes de marzo, el cuerpo de bomberos de la Generalitat ya trabaja para tener disponibles varios medios aéreos de refuerzo a partir del mes de mayo, 30 días antes de lo que era habitual.
Agentes rurales y bomberos están preocupados por la sequía, que ha complicado las tareas de prevención durante el invierno. Pero están especialmente intranquilos ante las altas temperaturas. "La vegetación sufre un grave estrés consumiendo energía. Normalmente, después de invierno, cuando llega la primavera, los arbustos y árboles se despiertan y empiezan a crecer. Son estas las estructuras verdes que cuestan de quemar".
En estos momentos, sin embargo, las ramas húmedas y las hojas verdes son más escasas de lo que convendría. Por este motivo, día tras día, los agentes rurales lanzan alertas sobre el alto riesgo de incendio forestal que llega casi a todas las comarcas cada fin de semana.
Árboles en guerra por cada gota de agua
Basta con salir a dar una vuelta por cualquier parte de Catalunya para comprobar lo secos que están árboles y arbustos. El agua disponible se ha reducido a la mínima expresión y esto afecta gravemente a la supervivencia de estos seres vivos. Joan Pino, ecólogo y director del CREAF, pone cada cosa en su contexto: "En los años de bonanza, las plantas crecen. Cuando llegan las penurias, por ejemplo por una sequía, se reduce su tamaño, o como mínimo no crecen tanto".
El gran problema es que esta vez la sequía es incesante y dentro del bosque ya ha estallado una "guerra" por la supervivencia, detalla Pino: "La competencia por los recursos es extrema, cada elemento vegetal se esfuerza para conseguir una sola molécula de agua".
¿Pero quién sufrirá más? "Depende, es un proceso muy aleatorio", advierte. En principio, se podría intuir que un gran árbol, con 100 años de vida y raíces profundas, tendrá más posibilidades que un arbusto pequeño. En muchos casos es así, pero no siempre: "Se forman cámaras de aire que provocan la muerte de algunas ramas y a veces no se sabe exactamente por qué un ser vivo sale adelante y otro no. Influyen varios factores como la climatología o las condiciones de cada bosque".
En un suelo fino y poco profundo, como los de zonas rocosas (Montserrat, por ejemplo), las encinas sufren gravemente, porque el espacio que usan para captar el agua es muy limitado. A veces, los bosques menos acostumbrados a la sequía, los que normalmente son más húmedos, padecen mucho más las consecuencias de estos episodios. Es decir, lo tendrán más complicado las carrascas de la Garrotxa que las que están habituadas a los estragos de las sequías. El aladierno es otra de las especies que resiste bien la falta de agua.
¿Cómo acabará esta situación extrema en los bosques? Algunos árboles, cuando vuelva la lluvia, rebrotarán desde la parte de abajo, otros directamente en las ramas. Otros seguramente morirán y se convertirán en un elemento más del ecosistema forestal.
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