Educación

Pereza no; dislexia

Los padres de alumnos con este trastorno del aprendizaje creen que el sistema educativo no lo aborda de forma correcta | Piden más empatía hacia estos niños, tachados injustamente de vagos, y medidas que les ayuden en el aula

Sonia Méndez, con sus hijas Antía, de 17 años, y Carolina, de 12, las tres con dislexia.

Antía tiene 17 años y estudia un ciclo de auxiliar de enfermería. Su intención es, una vez finalizadas las prácticas, hacer el ciclo superior de Anatomía Patológica. Llegar hasta aquí le ha costado a esta joven viguesa muchas más horas de estudio que a sus compañeros. Siempre ha sido así, desde que comenzó el aprendizaje de la lectoescritura en el colegio. Y no es porque, como ha tenido que escuchar en demasiadas ocasiones sea una alumna vaga, no tenga interés, no le guste estudiar o, lo que es peor aún, no sirva para estudiar. Antía tiene dislexia, como aproximadamente otros 800.000 niños y adolescentes en España –se calcula que afecta a un 10% de la población, por lo que en cada aula habría entre 3 o 4 casos–, un trastorno específico y persistente del lenguaje escrito, caracterizado por dificultades de exactitud y automatización lectora y escritora, y que puede ir acompañado de dificultades para seguir instrucciones, confusión con el vocabulario que tiene que ver con la orientación espacial y temporal, problemas para realizar operaciones matemáticas y, en general, lentitud en el procesamiento de la información. Antía, por ejemplo, tiene dificultades para enumerar en su orden los meses del año, debido a la dificultad de estos niños a retener series.