Cada viernes, sobre las 5:30 de la mañana, el bengalí Muhamed Tahir, de 32 años, se pone manos a la obra. En el último día laborable de la semana le toca el mercadillo de Flaminio, un barrio burgués situado en el norte de Roma, a dos pasos de la orilla sur del río Tíber. Tahir monta su tenderete allí, en una placita, y luego vierte sobre la extensa mesa de madera cientos de prendas —desde jerséis de lana británica a pantalones vaqueros de marcas estadounidenses— que él y sus colegas han traído en una furgoneta. Apenas despuntan los primeros rayos de sol, los colores y tejidos lucen enmarañados, y poco tardan en aparecer los clientes, que se lanzan manosear el enredo de prendas en busca de gangas. Tahir coloca entonces un cartel sobre la mesa: “Todo a 3 euros”. En apenas 10 minutos, ya se ha formado una pequeña cola junto a la caja. Hoy prevé facturar entre 500 y 1.000 euros.
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