Cada uno de los insectos que impactan en el morro de un tren tiene una historia que contar. Algo sucedió ese día, o fue simple azar, para que decidieran cruzar las vías en el momento en el que pasaba un animal de hierro de más de 300 toneladas. Su sacrificio es un daño colateral en la senda del progreso ferroviario, ese lento camino hacia la verdadera movilidad sostenible. El Euromed que entra por la vía 5 de la estación de Sants el miércoles 16 de noviembre a las 10.10 horas trae, cómo no, el casco de la locomotora plagado de bichos estampados. Son un pequeño retal del desarrollismo, pero en este caso con las cosas a medio terminar, porque el trazado Barcelona-València es todavía un quiero y no puedo ser un AVE, una línea que, a día de hoy, es un zángano aturdido en el frontis del Corredor Mediterráneo. A medio camino pasa de la casi alta velocidad a ser un regional ágil; de la vía internacional al ancho ibérico compartido con otros servicios. Va más rápido que hace tres años, pero no es la velocidad prometida décadas atrás y la frecuencia de trenes no es la que desearían los usuarios habituales.
Movilidad sostenible
Crónica del Euromed, el tren que quiso ser un AVE
El eje Barcelona-València de pasajeros sigue sin alta velocidad y vinculado al lento avance del Corredor Mediterráneo
El viaje no llega a las tres horas, lo mismo que en 1997, cuando se prometió que en 2002 sería de dos horas y cuarto
Jordi de Miguel sirve un zumo de naranja a un viajero extranjero, este miércoles, en el Euromed Figueres-Alicante /
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