Nani habla muy bajito. Está en la pequeña habitación que ocupa en la casa donde trabaja como interna y no quiere que “los señores” escuchen lo que dice. Por eso ha escogido un nombre ficticio para contar su historia. Hondureña, aterrizó en España el pasado otoño y acabó en esta vivienda, recién llegada, porque fue el único empleo que encontró. Cobra 900 euros al mes, 100 euros por debajo del salario mínimo, no tiene contrato, tampoco papeles, y su jornada es en realidad dos: de siete de la mañana hasta las diez u once de la noche, unas 15 o 16 horas, con un “pequeño descanso” a las cuatro de la tarde.
La lucha de un colectivo invisible
Las internas dicen basta: "Cuidamos a sus hijos y nos tratan como a un perro"
Las historias de estas mujeres inmigrantes, muchas de ellas sin papeles ni contrato, revelan una realidad oculta, dominada por jornadas interminables, racismo y ausencia de derechos
Una empleada del hogar pasea a la mascota familiar.
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