Son las ocho en punto de la mañana y los habitantes de Forès (Conca de Barberà) respiran tranquilos. Acaba de llegar un camión cisterna con 25.700 litros de agua que debe durarles al menos dos días. El pozo que abastece a los vecinos de este pueblo se secó en mayo y desde entonces dependen de las cubas de agua para seguir teniendo suministro potable. Lo nunca visto en una zona que conoce demasiado la escasez de lluvias. En el Baix Camp, una comarca mucho menos habituada a la sequía extrema, los vecinos también están en apuros. "Si ahora que tengo 20 años estamos así, ¿qué pasará cuando tenga 40? Con los amigos lo hablamos, tendremos que irnos del pueblo por el cambio climático", asume Emma Pajares, vecina de Botarell. Mientras, los agricultores temen cambios en cuestión de meses. Las olivas de Joan Llebaria están tan secas que parecen pasas. "Perderemos esta cosecha y la del año que viene", asume desesperado.
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Asfixiados por la sequía: "Si esto sigue así, ¿quién vivirá aquí?"
La sequía asfixia la Catalunya rural
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