Infraestructuras

Así sería la Catalunya utópica de las inversiones estatales cumplidas

Las obras paralizadas y retrasadas son un obstáculo para el progreso económico de la región, pero también segregan barrios, empeoran la calidad del aire, alejan municipios y no ayudan a esponjar el entorno de Barcelona

Un tren de Rodalies se aproxima al paso a nivel de Sant Feliu de Llobregat, en una imagen de hace 10 años / Albert Bertran

Artur vive en Valls y trabaja en Montblanc. Desayuna tostadas, café solo, largo, y un par de vasos de agua por prescripción médica. Deja a sus hijos en la escuela, un par de besos, y coge la autovía A-27 para plantarse en la oficina en poco más de 13 minutos, atravesando el túnel de Lilla, inaugurado en 2012 por la ministra Ana Pastor. Qué lejos quedan los años en los que tenía que tomar la serpenteante N-240 y subir aquel collado interminable. Carles vive en la Verneda de Barcelona y trabaja en una fábrica de muebles en Vic. Se levanta pronto, saca a pasear a su perro, se da una ducha y coge un Bicing hasta la estupenda estación intermodal de la Sagrera, donde, a la hora prevista, se sube a un tren de la línea R3, con dos vías por sentido, lo que permitió, muchos años atrás, ampliar frecuencias de paso y minimizar los problemas generados por las averías en Rodalies, que son las mínimas. Artur y Carles seguro que existen, pero no sus historias, porque ni la A-27 está terminada ni la R3 está desdoblada. Son dos proyectos que forman parte de la lista negra de infraestructuras que el Estado prometió pero no ha ejecutado. Aquí, sin embargo, aparcaremos la realidad distópica y desarrollaremos esa Catalunya utópica. ¿Cómo nos iría si todas las obras estuvieran terminadas?