Los amaneceres de Barcelona y los de tantas ciudades podrían rastrearse siguiendo el surco de las meadas de perro. Perros, todos son perros, en Barcelona. La frase robada a Rafael Alberti dedicada a los gatos de Roma ("todo son meadas de gato") acude a la memoria en cualquier rincón. Civilizados los barceloneses con la recogida de las cagadas caninas (aparentemente son mayoría los acostumbrados a recogerlas, aunque los hábitos varían según los barrios), tienen una asignatura pendiente: los orines, esas meadas largas matinales sobre 'panots', baldosas, farolas y todo tipo de mobiliario urbano. El cúmulo diario de pipí (ya se sabe que donde mea un perro, mean cien) tiene un efecto corrosivo que también cuesta una pasta en la reparación, el mantenimiento. Son muy pocos los propietarios de perros que disuelven el pipí con un chorro de agua. ¿Uno de cada cien? A saber. Resolverlo es difícil en un país que, según las estadísticas, encuentra más perros que niños en las calles.
Civismo
Las meadas de perro en la calle, una mancha que no se va
Varias ciudades proponen que los propietarios limpien la orina de sus mascotas con agua jabonosa para reducir los malos olores
Mataró y Premià de Mar se suman a la nueva iniciativa que ayudará a mantener las calles más higiénicas
Un perro orina en una calle de Mataró. /
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