Adrián no había cumplido los 40 cuando su vida cambió. Cerró su negocio, rompió una relación de seis años y tuvo que volver a casa de sus padres. Y tratar de desengancharse del fentanilo, el único fármaco con el que había conseguido superar los dolores en la cintura, sus calambres constantes y el entumecimiento de pierna y pie. “Me funcionaba muy bien, pero los efectos duraban cada vez menos y mi cuerpo exigía más cantidad. Consumía lo que tenía para una semana en dos o tres días”, explica en una carta tras cuatro meses limpio. Adrián dejó de hacerse cargo de su relación, de su negocio… y de las facturas. “La abstinencia al medicamento es algo indescriptible. No era capaz de levantarme de la cama, mi cuerpo parecía pesar diez veces más de lo que pesa y mis pensamientos eran totalmente maliciosos y machacantes, sin ganas de absolutamente nada y sumido en una soledad interior que no creo que logre describir nunca”. El de Adrián es un dolor irruptivo, el principal diagnóstico de prescripción del fentanilo de liberación inmediata, un opioide cien veces más potente que la morfina.
Adicciones
Alarma sanitaria por el aumento de consumidores de opioides con receta
Sanidad diseña un plan para frenar el uso del fentanilo, 100 veces más potente que la morfina, que deriva en pacientes adictos
Una mujer muestra unas pastillas derivadas de los opiáceos. /
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