Un mes necesita Oriol Baró para convertir un tablón de fresno, madera muy noble, dura pero flexible, en un par de esquís artesanales de alta gama. Por si a alguien cuatro semanas le parecen una muy larga espera, es el tiempo que Sonny Chiba le reclama a Uma Thurman para forjar la mejor de sus espadas Hattori Hanzo. ‘Kill Bill,, volumen 1’. “Si en tu viaje te cruzas con Dios, Dios saldrá herido”. La cita, una tarantinada estupenda, está aquí con calzador para salpimentar periodísticamente esta excursión a La Pobla de Lillet (Berguedà), y es porque la ocasión se lo merece, porque lenta pero paulatinamente la fabricación de esquís está regresando a lo que durante miles de años fue un trabajo de carpintería o, como se dice ahora para tantas y tantas cosas, a un producto de proximidad, de kilómetro cero.
El maridaje de la nieve y la madera
Los esquís artesanales piden pista
Fueron de madera durante más de 6.000 años y, tras un paréntesis industrial, regresan, más que como una moda, los esquís tallados a mano
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