Consultar la hemeroteca de finales de 2014 y principios de 2015 genera cierto rubor cuando se trata de analizar qué ha pasado con la T-Mobilitat desde el momento en el que se adjudicó su puesta en marcha a un conglomerado de empresas privadas. La palabra más utilizada por los políticos del momento era "revolución", y curiosamente eso, una revuelta, pero en el sentido de alzamiento contra algo que no gusta, es lo que ha acabado sucediendo con este proyecto destinado a impulsar y mejorar la eficiencia y la experiencia de uso del transporte público. Más allá de los seis años de retraso y de los sobrecostos (normales, lamentablemente, en la inmensa mayoría de iniciativas públicas), y más allá de la bulla entre Administración y concesionaria, es probable que muchos viajeros del bus y del metro, del tranvía o el autocar metropolitano se hagan la misma pregunta: ¿Por qué demonios no tengo ya la tarjeta en el bolsillo?
La gestión del transporte público
La T-Mobilitat, una historia público-privada sobre querer y no poder
Los expertos consideran que el retraso de seis años en la puesta en marcha del nuevo título de transporte se debe a una mezcla de varios factores: exceso de confianza, mala planificación, falta de realismo y escasa implicación de los operadores
Un usuario valida la T-Mobilitat en el Tram, en Barcelona. /
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