Al visitante primerizo le costará encontrarle algún pero a Begur, una de las delicias que se asoman al litoral ampurdanés de la Costa Brava. Sus calles angostas, sus torres vigía y sus vertiginosas calas cristalinas deslumbran sin remedio al viajero. Pero Begur también encarna algunos de los males del urbanismo de las últimas décadas: desde la proliferación de urbanizaciones aisladas a la sobreabundancia de segundas residencias, el 64% de todo su parque inmobiliario. Con tan solo 4.200 habitantes, su población llega a multiplicarse por 10 durante el verano, cuando las villas esparcidas por sus lomas se llenan de veraneantes. Un entramado inconexo que perturba algunos corredores biológicos esenciales para la preservación del ecosistema, según los ecologistas.
La reordenación del litoral
Begur se queda solo en su oposición a la protección de suelos en la Costa Brava
El municipio gerundense impugnará en los tribunales la suspensión de licencias de construcción de la Generalitat aduciendo que ya tenía derechos contraídos con varios promotores
Impacto visual de una de las urbanizaciones de Begur con las islas Medes al fondo. /
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