"Mala hierba nunca muere", bromean algunos de los presentes en las fiestas callejeras que se siguen celebrando en las calles de Barcelona, a pesar de estar prohibidas. La apertura del ocio nocturno no las ha aplacado, pero sí reducido el número de participantes. A pesar de ello, el precio de las entradas, las falta de ellas o la obligación de llevar mascarilla empuja a que algunos sigan en los botellones, aunque admiten que en los locales se sienten más seguros.
Fin de las restricciones
Las discotecas no extinguen los botellones pero los desinflan
La apertura del ocio nocturno reduce la afluencia de las fiestas callejeras en Barcelona y frena en seco los disturbios
Decenas de jóvenes se siguen reuniendo para beber en las calles de la ciudad y lo justifican por el precio, las entradas agotadas o las restricciones en los locales
Botellón en el centro de Barcelona en el primer día de apertura de discotecas
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