Esta historia no pretende generar lástima alguna. Tampoco busca la empatía ni el debate. Se trata, simplemente, de constatar que el fin de buena parte de los peajes en Catalunya ha dejado un pequeño reducto de barreras en un eje muy determinado, el del Llobregat. El que pasa por Terrassa y Manresa y sube hasta la Cerdanya, una comarca tan bonita como estigmatizada. Una, dos, tres y hasta cuatro bajadas de ventana para cumplir con la concesionaria privada de una autopista propiedad del Govern, porque sí, una de las ironías del 'momentum' es que las vías que aún son de pago tienen el dueño en Sant Jaume.
Circulación
Autopista C-16, el peaje de nunca acabar
El eje del Llobregat sigue en manos privadas, mantiene todas sus barreras e ir y volver a la Cerdanya desde Barcelona cuesta cerca de 100 euros
Cola en la autopista C-16, a la altura de Cercs /
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