Teresa y su pareja se compraron un piso en el barrio de Ciutat Meridiana, en Barcelona, en 2007. En aquel entonces ambos trabajaban. Ella, madre de seis hijos, en un hotel; él, en la construcción. El banco les dio la hipoteca sin demasiados problemas, pero, al poco tiempo, la cosa se torció. Ambos perdieron primero el trabajo y, después, el piso. Lo que no perdieron fue la deuda, que les acompañó como una losa. Historia no por mil veces explicada menos dura, y cuyas consecuencias se siguen arrastrando más de una década después. "Yo no sufro por mí, sufro por los niños. Escuchar las cosas que me decía el pequeño, con solo 10 años, era muy doloroso; se enteran de todo y sufren por cosas por las que no les toca sufrir, a esa edad", relata esta madre, una luchadora.
Derechos de la infancia
¿Qué pasa con las criaturas antes, durante y después los desahucios?
"Mi hijo pequeño ve una furgoneta de los Mossos y me dice: 'mira, mami, un desahucio, pobres niños'", explica Teresa, vecina de Ciutat Meridiana.
Una madre junto a dos de sus hijos durante la resistencia a un desahucio. /
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