Los sintecho de Barcelona pierden su refugio para confinarse

  • El ayuntamiento culpa del cierre a la Generalitat por no haber aportado recursos suficientes

  • Los espacios, de uso urgente y extraordinario, se crearon a raíz de la pandemia del coronavirus

  • Una fotoperiodista retrató la vida en el lugar donde sólo estaban los más invisibles de la sociedad

Sid, un hombre nacido en Argelia con nacionalidad española reza la última oración del día junto a la litera que se le asignó cuando entró en el pabellón 7B de La Fira de Barcelona. Durante el confinamiento se le acabó la prestación de desempleo y ya no pudo pagar más su habitación. / EVA PAREY

"Pues para mí 2020 ha sido un buen año. Desde que me quedé en la calle, es la única vez que he sentido que le importaba a alguien", se sincera Antolín Gutiérrez, un hombre de 63 años que lleva una decena de ellos viviendo en la calle de Santa Coloma de Gramenet. "El peor año de mi vida no sé cuál fue, pero fue durísimo tener que pedir ayuda a los servicios sociales", dice Pere, un empresario que ahora vive en un albergue municipal de Sarrià esperando su jubilación. Barcelona cierra definitivamente los espacios de emergencia para confinar personas sin techo, a pesar de que aún sigue vigente el toque de queda y que la pandemia aún no ha terminado. Del millar de personas que se llegaron a alojar en el pabellón de la Fira de Barcelona hace ya año y medio, algunos han encontrado cobijo o han podido empezar de cero. Otros, vuelven al asfalto.