Tiene 22 años y hace unos días que le duele la cabeza. Jefferson lleva unos minutos esperando el resultado de un test de antígenos que se acaba de hacer en el CAP de Sant Ildefons, en Cornellà de Llobregat (Baix Llobregat). Vive en una habitación diminuta con su mujer y su hija de tres años. No tiene empleo fijo ni papeles. Por eso, cuando le dicen que se ha infectado del coronavirus se desencaja. Mira al suelo y se le escapa un suspiro. "¿Qué hacemos ahora?¿Cómo comemos?", le reza a su mujer. También en Sant Cugat del Vallès (Vallès Occidental) se hacen pruebas de antígenos en un pabellón municipal. Apenas llegan veinteañeros. Los sanitarios no dan crédito, pero dos adolescentes que charlan en una escalera tienen la respuesta. "Es que aquí los jóvenes tenemos muchas ganas de salir de fiesta, de vivir el verano. Claro que se pueden confinar, pero la gente no quiere saber si es positiva, no quiere arruinarse el verano". La ola pandémica es la misma. Pero no rompe igual en un barrio que en otro.
La desescalada fallida
Sant Cugat y Sant Ildefons, dos caras de la quinta ola
Sant Cugat logra detectar casos positivos por los test de la sanidad privada y las ganas de irse de vacaciones
En Sant Ildefons (Cornellà), el problema está en llegar a final de mes: "hay gente que si se contagia, no come", se sincera una sanitaria
Jefferson i Chirley y su hija de tres años esperan el resultado del test de antígenos en la sala de espera del CAP de Sant Ildefons. /
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