Albert Algarrada es psicólogo de la Asociación Catalana de Familiares y Enfermos de Esquizofrenia (Acfames). Su proyecto 'Posconfinamiento, ciudadanía y salud mental' ha sido seleccionado por la Fundación ‘la Caixa’ dentro de la Convocatoria Catalunya 2020, cuya finalidad es colaborar con organizaciones no lucrativas para impulsar iniciativas dirigidas a personas en situación de vulnerabilidad. Las puertas de Acfames están abiertas a todos los ciudadanos que necesiten ayuda para gestionar y superar los estragos de la pandemia.
-¿Qué nos deja la pandemia en términos de salud mental?
-Una situación muy complicada. Las consecuencias están llegando ahora y son básicamente motivacionales.
-La mayoría de la población ha sufrido en algún momento u otro durante este año angustia, tristeza o insomnio. ¿Cuándo se considera que estos síntomas son un trastorno mental?
-Lo primero que se necesita para que sea un trastorno mental es tiempo. Hay un indicador según el cual en la mayoría de los casos se necesitan entre seis meses y un año de patología. Y también que sea un cuadro con diferentes tipos de sintomatología. No vale estar triste y punto. Necesitamos la variable del tiempo, un cuadro específico y que afecte a diferentes áreas de la vida de la persona. Uno de los síntomas que hay que tratar es el insomnio, porque puede derivar en problemas de ansiedad, falta de concentración o no poder llevar una vida tranquila y sana. Estas pequeñas cosas, si no se tratan, se pueden ir sumando a otras y crear un cuadro con diferentes sintomatologías. De ahí, la importancia de la prevención.
-Más vale prevenir que curar.
-Totalmente. Este trabajo de prevención es fundamental para evitar que la persona tenga en el futuro un trastorno de ansiedad generalizada o un trastorno obsesivo compulsivo, agorafobia…
-La fatiga pandémica es uno de los trastornos más habituales. ¿Se puede tratar?
-Nunca antes se había utilizado esta terminología y es más una consecuencia: falta de motivación, estar cansado de estar en casa, no tener un aliciente más allá de ir de casa al trabajo y del trabajo a casa... Y, sí, claro se puede tratar. Hablando, sacando las vivencias de cada persona durante la pandemia, poco a poco la persona puede ir encontrando la motivación y el sentido a salir y a hacer cosas.
-¿Qué parte de estos 15 meses de pandemia nos deja más huella?
-En la primera semana del confinamiento, las prescripciones de ansiolíticos crecieron un 8%. Una barbaridad. Sin embargo, para mí el momento más complicado es el de después de Navidad. Los profesionales de la salud estaban al límite de sus fuerzas y entre la población en general había mucha incertidumbre porque no se veía el final. Y la incertidumbre nos afecta mucho porque a las personas nos gusta hacer la previsión del futuro, saber qué podré hacer en verano, por ejemplo. Y no saber qué se podrá hacer, genera angustia y estrés.
-¿Cómo debemos gestionar esa incertidumbre?
Dándole importancia al día a día. En lugar de hacer una previsión a dos meses vista, igual tenemos que hacerla de una semana para otra. No hagamos previsiones a tan largo plazo porque no sabemos qué nos deparará el futuro, quién sabe si aparecerá una nueva variante o bien todo lo contrario, que en verano ya podemos hasta quitarnos la mascarilla.
-Ahora, con las vacunas, ¿cuál es la sensación predominante?
-Sobre todo alivio. Y también tranquilidad. Tenemos que ser un poco precavidos, no pensar que se ha acabado para siempre y que en verano podremos vivir como si no hubiera pasado nada. Pero es positivo alegrarnos de que la gente se esté vacunando y de que quiera vacunarse. Nos merecemos un poco de ilusión.
Un futuro de oportunidades
EL PERIÓDICO y Fundación ‘la Caixa’ dan voz cada semana a los perfiles sociales, culturales y científicos que con su esfuerzo están creando una sociedad con más oportunidades para todos.