Hubo un tiempo, entre los años 90 y principios de la siguiente década, en que la noche de Barcelona era un sector efervescente, muchos locales rivalizaban en diseño y poderío, y los noctámbulos salían con el billetero cargado para afrontar largas noches que empalmaban cenas con bares de copas, discotecas y hasta algún 'after'. Hasta que el ritual empezó a decaer por obra y efecto de la crisis económica y de la presión municipal contra las zonas con mucha concentración de ocio. Pero ni en los peores momentos de la recesión -cuando el consumo por cliente bajó a apenas una copa (según un estudio), la ruta se redujo para los autóctonos y solo se salvaron del bajón los negocios enfocados al turismo-, ni siquiera entonces, nadie pudo sospechar lo que traerían 2020 y 2021: un cerrojo que ha dejado a los operadores al borde del cierre y a miles de trabajadores bajo un erte o reinventados.
Efectos de la pandemia
El ocio nocturno se lo juega todo a una reapertura rápida
El parón de la actividad durante más de un año ha roto al sector, que suma unos 37.000 empleos, y situado a cientos de locales al borde del cierre en Catalunya
Los afectados creen que la falta de diversión reglada aboca a los jóvenes a fiestas sin control sanitario, botellones y un creciente consumo de alcohol a bajo precio
Entrada de uno de los locales participantes en el ensayo de ocio nocturno seguro en Sitges /
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