Pandemia de covid

El Camino de Santiago, peregrinaje para unos pocos

La pandemia, y las restricciones que conlleva, casi han vaciado el Camino de Santiago. Hasta el viernes habían recogido en la Oficina de Peregrino las credenciales para certificar su hazaña 1.259 romeros, en torno a una décima parte de quienes les precedieron en el primer trimestre de 2019, año de récord. Pero si alguien podía llegar a percibir la saturación de la ruta en ciertos períodos del año antes del coronavirus, esta vez hay quienes echan de menos tener compañía.

Un peregrino alemán en la Praza do Obradoiro / XOAN ÁLVAREZ

Carmen Villar

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Antes del covid, el Camino batía récords. En 2019, llegaban de media al día en el primer trimestre del año 125 personas. La Oficina del Peregrino incluso preparó un sistema para recoger turnos automático que permitía consultar la evolución de la cola en tiempo real. Pero llegó la pandemia y lo cambió todo y hay horas de absoluto vacío. Aun así, hasta este viernes se pasaron 1.259 a recoger la credencial, y no están todos los que son.

Los romeros relatan jornadas enteras sin cruzarse con otros peregrinos y revelan dificultades para encontrar alojamiento ante el cierre de la mayoría de albergues

En las estadísticas no figurarán Nikola Schneiderova ni Mariusz Piech. La joven, de la República Checa, no selló credenciales: “Solo tengo el sentimiento y el pensamiento de que lo he hecho”. Mariusz, de Polonia, tenía otras prioridades y, además, una de sus piernas no le permitiría cumplir con los mínimos para llevársela: hace 10 kilómetros al día a pie y el resto, en bus. Y en la parte de roce directo con la calzada, ha podido cruzarse con lugareños, pero peregrinos, “ni uno”.

A ninguno de ellos le preocupa que el covid forme parte de la ecuación de su peripecia, aunque obligue a incluir mascarilla en el equipaje o una tienda, porque, explica Nikola, “la mayoría” de los albergues los encontró cerrados. Para Mariusz, el Camino era una cuenta pendiente desde hace años que ha podido saldar ahora y ya está pensando en repetir, pero cambiando el Camino Primitivo por el Portugués. No viene en busca de la “compostela”, sino que acude a Santiago para dar gracias a Dios tras haber sobrevivido a un par de cirugías complicadas.

Claves destacadas

El impacto de la pandemia en la ruta

Frente a un año convencional, como 2020, la cifra de peregrinos se ha reducido por ahora a una novena parte: desde enero llegan de media nueve al día, mientras el pasado año, de enero a marzo, eran casi 80

Un total de 1.058 “compostelas”

No todos los caminantes pasan por la Oficina del Peregrino para recoger el documento que acredita un recorrido mínimo de cien kilómetros. Algunos no sellan las credenciales o no pueden hacer a pie la distancia requerida. Aun así, hasta ahora se han entregado en Santiago 1.058 “compostelas”.

Nikola, que eligió la Vía de la Plata, necesitaba un “respiro, estar sola un tiempo y pensar sobre unos asuntos de la vida”. Pensó que sería “bonito” tomarse ese paréntesis en el Camino y perder el trabajo la decidió a concretar ese anhelo. En la recorrido buscó respuestas y alguna se lleva de vuelta, como una idea que suelen repetir quienes llegan a la meta y superan las tentaciones, que las tuvo, admite, de rendirse: “Pude hacerlo”. Eso sí, considera “una pena no conocer a nadie”. “Aunque es bonito lo de caminar a solas con tus pensamientos, también lo habría sido encontrar a alguien”, subraya.

Ni uno ni otro puede comparar su experiencia del recorrido con la de quienes les precedieron en años que llegaron a registrar mil llegadas de media al día hasta el Apóstol solo a través del Camino Francés. Esta vez los albergues, o los hostales, que a todo tipo de soluciones recurrieron, estaban vacíos. Mariusz, que empezó a caminar en Lugo, cuenta cómo solo una de las noches coincidió con otro peregrino en un albergue.

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Y eso que la oferta era escasa: alega que de 10 o 15 llamadas que hacía para buscar alojamiento, de media le respondían de una. En la web de los albergues públicos de la Xunta, de 71 aparecen como “abiertos” dos, aunque, según un contrato del Xacobeo para su gestión, se prevé que estén operativos a partir del 9 de mayo, fin del estado de alarma.

Sí puede comparar el antes y el ahora Jürgen, de Alemania, cuya primera vez fue Año Santo, y reincidió en otro, 2010. “Me gusta estar solo, pero también es bonito caminar con gente”, cuenta, si bien advierte que “no es fácil” hallar con quién. Quienes parecen entenderse bien son el grupo de seis compatriotas suyos del que forman parte Thomas, Cordula o Wolfgang.

Estos amigos, que sí llegan con sellos y tampoco temen al covid, hacen el Camino Francés por capítulos: el final, desde O Cebreiro. Aunque están aquí porque les motiva “caminar” y ven ruta “más tranquila”, lamentan que “muchos” albergues estén cerrados y echan de menos “esa atmósfera, gente con quien hablar de otras culturas”. Tal vez puedan recuperar esa sensación al emprender el Camino del Norte, que ya barajan. Porque les encanta el Camino y lo aconsejan: “Somos como un anuncio”. Con Nikola, la aventura ganó otra fan: “Lo recomendaré. Es una experiencia desafiante”.

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Con pandemia o sin ella, hay aspectos como ese de la ruta que, pese a todo, aguantan. También sigue vigente la recomendación de no estrenar calzado para la ocasión. “Lo sabía”, confiesa Nikola, pero no tuvo más remedio y conoció las ampollas. El calzado de Jürgen, en cambio, tras 1.500 kilómetros ya piden un descanso.

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