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Cómo la comunidad médica ignoró “el fantasma del aire infectado” de coronavirus

Fotoilustración covid / FARO

Hace poco más de un año, el 28 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicaba un tuit que negaba la transmisión aérea del SARS-CoV-2. Seis días antes, la directora técnica de la OMS, Maria Van Kerkhove, afirmaba que solo se propagaba por contacto y gotas expulsadas al toser y estornudar, por lo que no hacían falta mascarillas, salvo en enfermos. Solo se consideraban medidas preventivas contra los aerosoles para ciertos procedimientos médicos, como la intubación. Ahora, tanto la OMS como los Centros de Control de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos resaltan la importancia de la ventilación para reducir contagios, e incluso los CDC afirman que es muy difícil contagiarse por contacto con objetos, pero siguen sin reconocer abiertamente que la aérea es la vía principal de contagio. La resistencia a admitirlo se debe a un libro de hace 111 años que se convirtió en manual para las enfermedades infecciosas. Hablaba del “fantasma del aire infectado”.

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