Suben del recreo con la algarabía propia de un grupo de tercero de ESO cuando el aire ya huele a primavera (no hay mascarilla ahogue ese olor). Van todos con chándal -es miércoles y toca educación física- y con un tapabocas que, un año después, ya se han acostumbrado a que forme parte de su rutina, pese a que sigue siendo una de las cuestiones más citadas en el apartado de “lo que peor de la pandemia”. Son las once y media de la mañana, hora de Catalán. Hoy la clase es especial. Estos chicos y chicas de entre 14 y 15 años del barcelonés barrio del Besòs, uno de los más tocados por esta crisis (otra vez), hablarán -en catalán, por supuesto, no está el patio como para perder más clases- con EL PERIÓDICO sobre cómo han vivido este último año, con una vida social coartada justo cuando empezaban a saborearla y siendo diana recurrente de las críticas y tildados de irresponsables -"así, en mayúsculas, como lo ponen siempre en la tele"- idea que rebaten.
UN COLECTIVO POCO ESCUCHADO
Agobio, estrés y falta de libertad: un año de pandemia con mirada adolescente
Chicos y chicas de tercero de ESO -entre 14 y 15 años- del barrio del Besòs, en Barcelona, explican a EL PERIÓDICO cómo han vivido estos últimos (y duros) 13 meses.
Se sienten incomprendidos e injustamente criminalizados: "los adultos están sin mascarillas en el bar, pero los contagios son culpa nuestra por reunirnos en la plaza".
De izquierda a derecha, Josemi, Randa, Alma, Toni y Aarón, alumnos de tercero de ESO. /
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