Con la entrada en vigor, el 17 de septiembre de 1995, del decreto ‘Ilerdensis et Barbastrensis de finum mutatione’ el obispado de Lleida dejaba de tener la tutela religiosa sobre 111 parroquias aragonesas que pasaron a estar bajo la protección de Barbastro-Monzón. Con ello se puso fin a ocho siglos de historia común de las tierras a poniente y levante del río Cinca. Y se puso la primera piedra de un conflicto patrimonial que todavía dura, y del que ahora se vive su episodio más doloroso, pero no el último -por delante aún queda recorrido judicial. Lo dicho, las parroquias marcharon pero las obras de arte atesoradas en el Museu Diocesà, hoy Museu de Lleida, se quedaron. En Aragón dicen que permanecían en depósito; en Catalunya argumentan que el obispo Josep Meseguer las compró, a finales del XIX y principios del XX, siguiendo las directrices de León XIII y su idea de preservar y conservar el arte. El conflicto dura desde entonces, con juicio canónico cerrado favorable a Aragón, y proceso civil abierto con una sentencia de primera instancia del juzgado de Barbastro que dio la razón y la propiedad de los objetos al obispado de Barbastro-Monzón.
Arte sacro
El Museu de Lleida, una institución amputada
El conflicto patrimonial entre Catalunya y Aragón ha despojado al centro de 155 piezas entre las reclamadas por Sijena y el obispado de Barbastro-Monzón
Dos litigios más amenazan la pinacoteca del Segrià, uno por el archivo de Roda de Isábena y otro por las obras de las parroquias que ahora dependen de Huesca
Frontal del Salvador de Berbegal, uno de los pocos ejemplares del llamado ’arte del 1200’. /
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