Las seis de la tarde. Con todo hecho, después de haber alargado la mañana en las pistas de esquí, de haber comido en casa tras una ducha caliente para recuperar la vida en los dedos de los pies y de haber echado una cabezadita, el tópico impone conducir hasta Puigcerdà y participar de la liturgia del 'pixapí': aparcar donde se pueda, envolverse en capas de ropa térmica, entrar en la plaza de los Herois y recorrer la ruta comercial que delimitan las calles de Espanya, Escoles Pies y Major. Chocolate caliente, unas compras, quizás unos churros, parada en el abigarrado parque infantil si hay criaturas a bordo y vuelta a casa. Claro que la Cerdanya es mucho más, claro que los hay más caseros y evitan tardes de saludar a las mismas personas que en Barcelona, y claro que también están Bellver, Alp, Martinet o Llívia. Pero lo cierto, porque siempre ha sido así, es que el forastero, de ideas fijas, se concentra en la capital de la comarca cuando el día cae. Por eso, y por culpa de eso, esta Navidad es como la de hace medio siglo: solo los de casa.
COMARCA AISLADA
Blanca y solitaria Navidad en la Cerdanya
Con el túnel del Cadí tapiado, los 'ceretans' se relamen las heridas con la seguridad de que los 'pixapins' volverán
Los vecinos de Puigcerdà coinciden en que se fue demasiado laxo con la movilidad durante el puente de la Purísima
"Antes pagaré a mis empleados y a mi mismo que a los bancos", sostiene un restaurador con las neveras llenas
Paz y silencio en la plaza de los herois de Puigcerda, el 24 de diciembre /
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