"Eres mis ojos, mis manos y mi luz", le reza Paquita Salat, una mujer de 86 años a Grey Escorcia, una trabajadora familiar del Servicio de Atención a Domicilio (SAD) de Barcelona. Desde que enviudó, Paquita vive sola en un piso del barrio de Vilapicina. Las cuatro veces a la semana que recibe a las trabajadoras familiares municipales son las pocas visitas que tiene en casa, y más, a raíz de la pandemia. Como ella, 100.000 personas en Barcelona viven solas, y 24.000 necesitan un apoyo en casa debido a la dependencia que acumulan. Más allá de las residencias, hay abuelos necesitados de cuidados escondidos en pisos de quienes poco se sabe. EL PERIÓDICO acompaña durante un día una trabajadora familiar para conocer la realidad de estas personas.
SOLEDAD EN LA TERCERA EDAD
Un día en el SAD: los ojos de nuestros mayores
EL PERIÓDICO acompaña a una trabajadora familiar durante su jornada, atendiendo ancianos que viven solos
"Desde la pandemia vemos más mortalidad, pero también más personas que han pegado bajones, emocionales y físicos", reconoce
EL PERIÓDICO acompaña a una trabajadora familiar durante su jornada visitando a tres mujeres mayores que viven solas. /
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