"Cuando tengo una crisis de ansiedad me coloco uno o dos diazepanes bajo de la lengua, espero a que se deshagan y poco a poco me voy calmando, o durmiendo. Es lo que he aprendido a hacer desde la pandemia cuando tengo una crisis de ansiedad. Ya no llamo al psiquiatra, tardan demasiado devolverme la llamada y a veces ni responden. Sé lo que lo que hago no está bien, que no es bueno. Pero en el momento me siento mejor, es lo que me sirve". Quien habla de su automedicación es una mujer que prefiere ser identificada como Sara, y que tiene diagnosticado un trastorno de depresión y ansiedad desde hace ya más de una década. En cambio Judit Palomar, que tiene un trastorno psicótico, no tiene problemas para afirmar públicamente que hace ya más de tres meses que espera ser visitada por su psiquiatra. "Este año he pasado momentos muy duros, con muchos bajones e incluso tendencias suicidas", agrega.
LA PANDEMIA ENCUBIERTA (3)
Consuelo en las pastillas a falta de atención médica
Dos mujeres con trastornos psiquiátricos explican su día a día durante los meses de pandemia
La dificultad para ser atendidas por los médicos especialistas les lleva a automedicarse
Judit Palomar, en el barcelonés Laberint d’Horta. /
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