El cocido está buenísimo. Cumpliendo a rajatabla el canon madrileño, hay tres vuelcos: sopa, garbanzos con verduras y carnes. El restaurante, muy conocido en Madrid, quizá la ciudad de España que pone las cosas más sencillas a la hostelería, está lleno. La escena tiene algo de irreal: todas las mesas ocupadas salvo una, pucheros que se comparten, ventilación escasa y clientes que desde que entran hasta que salen van sin mascarilla, como si bastara con sentarse aquí para que el coronavirus dejase de existir, y luego la pandemia reapareciera en la calle, al aire libre, donde el contagio, en realidad, resulta mucho menos probable. Es como entrar en una realidad paralela, sobre todo si se mira con los ojos de Catalunya, con sus bares y restaurantes cerrados desde hace un mes, sin recibir ninguna ayuda más allá de la entrega de comida para llevar. Madrid tenía peores datos sanitarios que Barcelona, pero aquí todo es distinto.
hostelería abierta
Un cocido frente al precipicio
Los restaurantes de Madrid, siempre abiertos pese a los malos datos sanitarios, aplauden a Ayuso y luchan por sobrevivir sin perder dinero
Un plato de cocido en un céntrico restaurante de Madrid. /
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