LOS EFECTOS DE LA PANDEMIA

Calella vuelve a 1953

El municipio del Maresme paga la eterna dependencia del turismo internacional, que se ha desvanecido

El número de famílias que han acudido a pedir ayuda a Cáritas ha crecido un 71% respecto al año pasado

Locales cerrados en la Riera Capaspre de Calella, una de las zonas más turísticas del municipio / ANNA MAS

El pasado mes de febrero, pocas semanas antes de que todo cambiara, el Ayuntamiento de Calella inauguró una interpretación artística del pueblo obra de Pilarín Bayés. Puede verse en la calle de la Església, la más comercial del municipio. Este 'auca', con los trazos tan reconocibles de la veterana ilustradora, revisa y repasa todos los símbolos del lugar: el forastero alemán, la tejedora de un pasado fabril, los niños en la playa, las viñas, los ‘castellers’, los ‘gegants’, las personas mayores, los pescadores, la Volta a Catalunya, el Ironman (un triatlón a lo bestia), las escuelas y los nombres de algunos hijos predilectos, como Vicenç Ferrer, Margarida Flaquer de Vall o Concepció Organ. Era una Calella imperfecta, seguro, pero previsible dentro de un orden. Hoy, ocho meses después, nadie discute el alma de la pieza, pero muchas de las figuras se han desdibujado. El turismo internacional se ha desvanecido y todo ha ido cayendo como un castillo de naipes, hasta el punto de que una de cada 10 familias ya ha solicitado ayuda a Cáritas en estos últimos meses.