En este país, los bares son algo más. Una institución. Un concepto incardinado en el ADN, en una manera de ser. Se los echa en falta; va por la hostelería: "Bares, qué lugares tan gratos para conversar" ('Al calor del amor en un bar', Gabinete Caligari). "La clientela bebía, el futbolín encontraba, las miradas 'perdías', los codos en la barra" ('Partiendo la pana', Estopa). "He pasado por tu casa 20 veces y siempre voy al Amador por si apareces" ('¿Qué puedo hacer?', Los Planetas). "Oiga, ¿me trae la cuenta? Calla, que fui yo quien te invitó a comer. No te demores, no sea que no llegues a la hora al almacén" ('Las cuatro y diez', Luis Eduardo Aute). "Por las noches dan comidas, y en el de la calle San Bernardo coincidimos a diario" ('Bares de taxistas', Francisco Nixon). "Anoche lo encontré sentado en la terraza de un café, disfrazado de moderno, los años embutidos en un corsé" ('Rufino', el que invitaba a comer langostinos, Luz Casal).