Martes, pasadas las cinco de la tarde. Belén ya ha ido a por las niñas mientras Carlos está en Tarragona trabajando. Un paseo por los alrededores basta para darse cuenta del profundo cambio de chip. Las pequeñas Inés y Ana acompañan al visitante bosque adentro, donde tienen un par de árboles que han convertido en cabañas. Calzan las típicas Quechua que aguantarían un paseo por Venus y van indicando el camino. "Aquí tenemos que poner una cuerda para bajar", dicen. Esta familia que hace unos meses era 100% urbanita ha decidido abandonar Barcelona para instalarse en un pueblo de la Cerdanya. Llevan aquí dos meses y medio, y por ahora, aunque saben que el invierno será crudo, no se arrepienten de nada. La despoblación rural sí le debe algo al covid.
CAMBIO DE VIDA A CONSECUENCIA DEL CORONAVIRUS
De 'pixapins' a vecinos
Belén y Carlos han dejado su casa de Barcelona en un trastero y, convencidos, se han ido a vivir a la Cerdanya
Al margen del ahorro, valoran la calma, el teletrabajo y una educación más libre y pausada para las niñas
Belén y sus hijas, Inés y Ana, observan las vistas de la Cerdanya en uno de los días en los que papá está fuera trabajando /
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