ENTREVISTA

"Es imposible debatir con un conspiranoico convencido"

El psicólogo Ramón Nogueras, autor de 'Por qué creemos en mierdas', desgrana las razones tras el movimiento conspiranoico sobre el virus

"La confrontación directa es contraproducente", explica el experto, quien apuesta por entablar un diálogo con quienes todavía dudan

Ramon Nogueras, psicólogo y autor de ’Por qué creemos en mierdas’ (Kailas Psicología, 2020) / Jordi Cotrina

Sí, existe un movimiento que niega la existencia de un virus que ha hecho estragos en todo el mundo. Y un grupo de antivacunas que sostiene que la pandemia forma parte de un plan para lograr el control de la población mediante una inyección que todavía no existe. Y otras voces que afirman que este virus, que no tienen muy claro si existe o no, se cura con diluciones de lejía. El auge de estas creencias irracionales, que en estos días se manifiestan por España, tiene mucho que ver con la predisposición humana a creer en mentiras emocionantes, antes que en una realidad insípida. El psicólogo Ramón Nogueras reflexiona sobre este fenómeno en su libro ‘Por qué creemos en mierdas’ y ahora, ante el discurso de los conspiranoicos del virus, proporciona cuatro pinceladas para entender este movimiento. 

En estos días vemos manifestaciones en las que se afirma que las mascarillas matan, que el virus no existe y que las vacunas llevan microchips. ¿A qué se debe el auge de estas ideas?

La conspiranoia sobre el virus tiene múltiples causas. Vivimos en un momento muy convulso y la ciencia ha reflejado mucha incertidumbre, porque es así como funciona. Las teorías de la conspiración, en cambio, han afirmado tener la verdad absoluta desde el primer momento. La gente que cree en estas ideas siente que tiene el control de la situación. Y que pertenecen a la élite de 'los que saben la verdad'. Defender esta causa les define. 

¿Creer en estas teorías tiene que ver con la falta de información?

No. Las personas bien formadas (e informadas) también pueden caer en estas ideas. Uno de los científicos que descubrió el virus del VIH, y que ganó un Nobel por ello, también ha defendido que el coronavirus ha sido fabricado en un laboratorio chino. O que las vacunas matan. Y sabemos que nada de eso no es cierto.

En este movimiento confluyen negacionistas del virus, antivacunas y defensores de las pseudoterapias. ¿Cómo convergen estas teorías?

Creer en magufadas es como una politoxicomanía. Si crees en una, eres tolerante con todas las demás. El que cree que las mascarillas son dañinas es más propenso a creer que hay una conspiración mundial sobre la pandemia. Igual que el que cree en el tarot también confía en la astrología, las ‘terapias alternativas’ y todo lo que se sale de lo ‘oficial’. Los seres humanos no somos lógicos, pero hacemos lo posible para sentir que somos personas coherentes. 

"Creer en 'magufadas' es como una politoxicomanía. Si crees en una, eres tolerante con todas las demás"

Los que defienden que el virus no existe se manifiestan al lado de los que dicen que se cura con lejía. ¿Cómo puede ser que ambas ideas coexistan en un mismo espacio? 

Porque los seres humanos manejamos las contradicciones muy bien. Si dos teorías conspiranoicas se contradicen, sus defensores argumentan que es culpa de unos datos falsos o de unas fuerzas oscuras que manipulan la información. Las contradicciones les dan igual mientras sirvan para alimentar la misma idea.

A veces resulta complicado descifrar la lógica de estas teorías… 

Claro. Pero hay que entender qué hay detrás de estas teorías para guiar el debate. Los antivacunas de verdad creen que están haciendo lo mejor para sus hijos. Si queremos que cambien de opinión, hay que empatizar con sus preocupaciones. 

¿Las pseudociencias tienen un color político?

Claro. Todas las ideas reflejan una determinada manera de ver el mundo. Las creencias pseudocientíficas se entrelazan con algunas ideas de izquierdas, en tanto que defienden una idealización del pasado, creencias medioambientales y el descontento hacia las autoridades. 

¿Qué papel han jugado las redes sociales en este proceso? 

Bulos y conspiraciones han existido siempre. Ahora no es que seamos más crédulos, sino que la información corre más rápido. Las personas no estamos equipadas para separar el conocimiento bueno del malo, porque eso requiere mucho tiempo y energía. Los bulos dan mensajes sencillos e impactantes y las redes sociales incitan a compartirlos. 

"Bulos y conspiraciones han existido siempre. Ahora no somos más crédulos, sino que la información corre más"

Vista la difusión de estas ideas en redes sociales, ¿vale la pena entrar a desmentirlas?

Sí, pero sin que esto les sirva de altavoz. George Lakoff, científico cognitivo, propone hacerlo con la técnica del 'sándwich de verdad'. Primero dar la información verdadera, después destacas los puntos de fricción con la mentira y luego vuelves a repetir la verdad, destacando las diferencias entre ambas. Es complicado, porque desmontar un bulo requiere mucho tiempo y energía. 

¿Qué hacer si alguien cercano a nosotros ha caído en estos círculos? ¿Cómo plantear la conversación? 

La confrontación directa es contraproducente. Funciona más entablar una conversación con ellos para intentar entender qué es lo que defienden y preguntarles por la lógica de sus afirmaciones. Así serán ellos mismos los que destapen las contradicciones. Y quizás eso les haga entrar en razón. Hay que tener mucha paciencia, porque no es fácil. 

¿Es posible el diálogo con los líderes de estos movimientos?

No. Es imposible debatir con un conspiranoico convencido. Porque todo lo que digas formará parte de lo que ellos ven como conspiraci¿pn. La divulgación y el debate sirve para los que están dudando. Los líderes de estos movimientos nunca reconocerán que están equivocados, porque se ven como los buenos de la historia. Pero son un peligro para la salud pública. Por eso es importante que las autoridades actúen de manera decisiva contra ellos.

Hoy son las conspiraciones del virus y mañana quién sabe qué será lo próximo. ¿Cómo armarnos frente a los bulos del presente y del futuro?

Las pseudociencias y los bulos no van a desaparecer nunca. Y creer en ‘mierdas’ no es patológico, es humano. Promover la educación y el espíritu crítico puede ayudar a que la gente sea capaz de detectar un bulo antes de creérselo. Pero estas creencias irracionales existirán siempre.