Todas las mañanas, Carmen, con sus 86 años y paso lento, camina los 15 minutos que separan su casa de la residencia en la que vive su marido desde hace casi dos años y que, como el resto, permanece cerrada para las visitas. Acompañada de su cuñada o de su hija, día tras día se para junto a una ventana del recinto que da a la calle y en la que siempre le espera Antonio para regatearle al coronavirus los besos que les está robando. Aunque sea a distancia.
Tiempos de pandemia
Besos robados
Carmen, con sus 86 años y paso lento, camina cada mañana hasta la reja de una residencia de València para ver a su marido, interno allí desde hace casi dos años
Carmen, acompañada de su cuñada, saluda a su marido, Antonio, que vive en una residencia de València. /
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