misión cultural en norteamérica

La pirámide invisible de Yucatán

Un arqueólogo de la UB echa el resto en Xbaatun, un yacimiento maya tan bello como hostil

El cenote de Xbaatun, la razón, probablemente, de que los mayas eligieran aquel lugar para levantar una pirámide. / ALICE NERR

Cuánta razón tenía el rarito cineasta John Waters cuando decía que esta vida no vale un pimiento si no tienes una obsesión, y la de Joan Garcia Targa, arqueólogo de la Universitat de Barcelona, es una pirámide engullida por la selva de Yucatán, que en su época de esplendor, entre los siglos cuarto y décimo de la era cristiana a este lado del Atlántico, era un vistoso pueblo del área metropolitana maya. Xbaatun. Así se llama la obsesión de Garcia Taga, afincado postalmente en Sitges, pero sentimentalmente, en México.

El atlas que en 1980 censó los tesoros el Yucatán fue un acierto, pero puso un a equis en el mapa para los saqueadores

En 1980 (Garcia Targa era entonces solo un adolescente adicto a las clases de historia del profesor Cruells) se publicó en México un mapa inédito, el resultado de un trabajo de campo agotador, el Atlas Arqueológico de Yucatán, un censo pormenorizado de las ciudades y ciudadelas precolombinas de aquella enorme península que se adentra en el Caribe. No existía nada así antes de esa fecha. Fue como mirar por primera vez a través de un telescopio y descubrir un firmamento de estrellas. Fue una fortuna, porque retrató cuán extensa llegó a ser la civilización maya, puso al descubierto un millar de yacimientos, pero fue también, ¡ay!, un infortunio, según se mire, pues señaló con una equis sobre el mapa para los saqueadores. Eso parece que sucedió en Xbaatun.

Pie de foto / AUTOR FOTO (FUENTE)

En lo alto de esa invisible pirámide, de 15 metros de alto, poca altura, pero un excelente mirador en un lugar tan llano como el Yucatán, hay excavado un pozo de aspecto realmente sospechoso. “Es probable que sea reciente”, acepta Garcia Targa. La sociedad maya colapsó hace siglos y los tesoros que allí pudo haber puede que pemanecieran dormidos durante cientos de años hasta la publicación de aquel atlas. La determinación de los saqueadores nunca puede ser aplaudida, pero sí habrá que reconocerles el esfuerzo, pues el acceso a Xbaatun es una catarsis de sudor, mosquitos y un ensordecedor silencio que perturba el alma, además del nunca descartable riesgo de encontrar entre las piedras de la pirámide una serpiente de cascabel o la temible coral, con uno de los venenos más puñeteros del reino animal, pues al principio parece que ni fu ni fa, pero a las horas, con la víctima ya confiada, ataca el sistema nervioso.

Al lado de Chichén Itzá, la pirámide de Xbaatun es un llavero, pero es arqueología en estado puro

La selva es un lugar hostil. Queda dicho para añadirle méritos a la labor de todo arqueólogo, como es este el caso, que se enamora de una ciudadela maya en ruinas y a la vista solo de ojos expertos. La pirámide, en realidad ha perdido su silueta perfecta y bien podría confundirse con un montículo natural. Está todo por hacer. Es como vaciar sobre la mesa la caja del puzle y mirar las piezas. Puede resultar emocionante.

Xbaatun está al suroeste de la capital del estado, Mérida, y, por situar a los más viajeros, al oeste de la impactante Chichen Itza y a solo 70 kilómetros de Izamel, la Nuestra Señora de Lourdes de los mayas, un lugar casi de peregrinación, con la segunda mayor plaza del mundo, solo por detrás de la de San Pedro del Vaticano. Xbaatun, al lado de esas maravillas, parecerá solo un llavero, pero Garcia Targa habla con emoción de aquel lugar. Le gusta. A los mayas les pasó lo mismo.

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El sentido de que allí hubiera una pequeña ciudad no tiene más explicación que la presencia de agua, en este caso, el vistoso cenote de Xbaatun, una piscina natural que se abastece de cristalinas aguas subterráneas, que en las redes sociales fotográficas eclipsa cualquier otra búsqueda, como si no hubiera allí un yacimiento arqueológico.

Lo dicho, este trabajo de campo avanza con cuentagotas. Garcia Targa cuenta con el respaldo económico de un mecenas de Sitges, Sunway S.L.,, el permiso, por supuesto, del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, la ayuda de la Diputación de Barcelona y la colaboración de tres universidades (Politécnica de Madrid, Europea del Atlántico y la Internacional Iberoamericana).

Garcia Targa anda tras el relato oralde mujeres como Teresa Uicab, que de niña jugaba entre las ruinas de Xbaatun

El propósito no es sacar a la luz en un pis pas la maltrecha pirámide y el resto de edificios adyacentes, sino primero documentar bien la zona, buscar restos de cerámicas para fechar bien la ciudadela, realizar un trabajo de agrimensor del terreno, pero hacerlo también de la sociedad. “Ahora andamos tras el relato oral de los habitantes de la zona, como el de Teresa Uicab, mayaparlante, a la que hay que entrevistar con traductor, que de pequeña jugaba al escondite en aquellas ruinas”, explica Garcia Targa. Es ella la que recuerda que había allí, en algún lugar, una piedra con un hermoso grabado. A saber por dónde andará ahora.

A Garcia Targa toca preguntarle por si en aquel lugar hay que imaginar, como relataron lo conquistadores españoles, esos sacrificios en que tanto se recreó Mel Gibson en ‘Apocalypto’, en que con pedernal se abría el pecho de la víctima y el corazón era exhibido aún palpitante. Claro, hay que recordar antes que Gibson ya fue capaz de convertir la pasión de Jesucristo en una película bastante ‘gore’, pero sin negar la mayor, Garcia Targa puntualiza: “Eso era más de los aztecas”.