AMENAZA AGRÍCOLA

Caracol manzana: conviviendo con el invasor

La lucha contra el caracol manzana una pesadilla para productores y Administración, que no logran hallar ninguna medida definitiva

Un caracol manzana y sus huevas, en un arrozal en l’Aldea. / JOAN REVILLAS

Inundaciones de los campos de arroz con agua salada, aplicación de saponina en la tierra en dos ocasiones durante la temporada (en la siembra y tras la siega), control del movimiento de plantas y maquinaria agrícola, uso de cal viva, inspecciones, prohibiciones... La lucha contra el caracol manzana en el delta del Ebro es un verdadero quebradero de cabeza.

La plaga, detectada en el delta en el 2009 por primera vez en Europa, persiste en este ecosistema singular que produce 134.000 toneladas de arroz al año, incluso va ocupando nuevas zonas, marcha y vuelve, muere, se entierra y renace al cabo del año. Lo único que se ha conseguido es que la producción arrocera se resienta lo mínimo. A cambio, eso sí, de costes para los productores y la Administración. Las actuaciones están cofinanciadas por el Departament d’Agricultura y la UE y tienen un presupuesto de cinco millones de euros para cinco años.

Hasta el momento la solución pasa por un puzle de medidas. Todo contribuye pero nada es definitivo. El caracol manzana se ha adaptado perfectamente desde que se localizó por primera vez ocho veranos atrás. Desde el principio, se apuntó como origen de la plaga a una empresa del sector de la acuariofilia que importaba especies exóticas de diversos países del mundo para su comercialización. Entonces no estaba prohibida su venta como ahora, aunque sí era delito ecológico la propagación de especies nocivas para el medioambiente. Cerró la empresa, ubicada en l’Aldea, con la imputación de sus propietarios, pero ni el juzgado número 5 de Tortosa ni la Audiencia de Tarragona hallaron culpabilidad en la causa penal abierta.

Agricultura impulsa nuevos estudios que abren la vía de la "lucha biológica" contra esta especie

El medio también se ha adaptado a ella. Algunas aves han empezado a ingerir caracol manzana, como el morito común (Plegadis falcinellus) o la gaviota amarilla (Larus michahellis) pero no es suficiente. "Cualquier nueva especie necesita un tiempo de adaptación y también otras especies interactúan con ella, son un elemento más en la lucha, pero no tienen demasiada influencia", admite Miquel Àngel Garcia, responsable de los Agents Rurals en la zona. Tampoco se ha logrado hasta el momento atacarla a través de las puestas, un elemento clave puesto que una hembra puede llegar a poner 5.000 huevos en los cinco meses que sale de su hibernación. Son tóxicas, como advierte su color rosa chillón, y los animales ni las tocan.

Parásito en pruebas

"Personalmente considero que en una zona tan infestada ya como el margen izquierdo del Ebro la solución pasa por la lucha biológica", afirma esperanzado Rafel Verdiell, portavoz de Unió de Pagesos. "El Institut de Recerca i Tecnologia Agrialimentària (IRTA) tiene encargados nuevos estudios para explorar la posibilidad de atacar a la especie con un parásito, se ha realizado alguna prueba en laboratorio y el año próximo se va a profundizar en su viabilidad", explica la subdirectora general d'Agricultura, Neus Ferrete. Buscan también conseguir nuevos productos fitosanitarios.

Los arroceros, además, están empezando a testar un nuevo sistema de cultivo: la siembra en seco. Las 120 hectáreas donde se aplicó esta modalidad el año pasado han pasado a ser 2.000 en la presente campaña. "Resulta eficaz, pero es una solución que no se puede generalizar debido a la salinización del terreno; además, no es aplicable a todas las variedades de arroz, es una buena solución pero no generalizable, comportaría un cambio radical para el delta", avisa Ferrete.