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Prats de Lluçanès, la zona cero de la reforma horaria

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CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / PRATS DE LLUÇANÈS

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Comen juntas en una sala de reuniones, entre una impresora y una pequeña cafetera. Les gustaría algo más arregladito, no tener que ir al piso de arriba a calentar la comida. Pero no se quejan. Sobre la una del mediodía, sacan el ‘tuper’ y se produce ese momento de inconfesable tensión: ¿qué habrá traído la otra? Sara, Irene, Anna y Sophie trabajan en el Ayuntamiento de Prats de Lluçanès, el pueblo que quiso ser pionero en la aplicación de la reforma horaria. Ellas lo han conseguido. Dicen que para bien. Aquí todos saben de qué va esto de avanzar la vida un par de horas. Pero todavía lo meditan en compartimentos estancos. Falta, coinciden, que todos los estamentos sociales se pongan de acuerdo. ¿Alguien que esté en contra del proyecto? Aquí, aprarentemente, nadie.

Los pequeños pueblos son un páramo a mediodía. Todo se explica con el horario comercial, con las tiendas cerradas entre las 13 y las 17 horas (abren a las 10 y apagan luces a las 20 horas). “No tiene ningún sentido. En esas cuatro horas paseo la perra, leo mucho, le hago la comida a mi mujer, una siesta”. Albert Clara regenta una tienda de complementos en la calle Major y firmaría a ciegas subir la persiana a las nueve de la mañana, comer en una hora a las 12.30 y regresar al tajo a las tres para cerrar el chiringuito sobre las seis de la tarde. “Cuando todo cambie, yo me apunto el primero”. Este argumento, el de pedir una locomotora, se repite en todos y cada uno de los vecinos consultados por este diario durante un día en la zona cero de la reforma horaria.

PRUEBA PILOTO

Todo sucedió el pasado mes de abril. Fabián Mohedano, el padre del proyecto de cambio de hábitos en Catalunya, y el alcalde del pueblo, Isaac Peraire (ERC), se confabularon para que la restauración de la localidad probara las mieles de la modificación de rutinas durante una semana. Se acompañó de una campaña de promoción sobre las bondades de la propuesta. Todo el que desayunara entre las siete y las nueve, comiera entre las 12.30 y las 14 horas y cenara de 19 a 21 horas, se llevaría un número para un sorteo en el que el consistorio regalaba ágapes. El establecimiento de marras, además, invitaba a café o postre, según conviniera.

{"zeta-legacy-phrase":{"name":"Albert Clara","position":"Comerciante","text":"\"Cuando esto se aplique, yo me apunto el primero. No tiene ning\u00fan sentido que cerremos cuatro horas a mediod\u00eda\"\u00a0"}}Josep Badia es el propietario del restaurante Cal Quico, un clásico de Prats con capacidad para 400 personas, a los pies del santuario de Lurdes. Celebra la buena intención del plan, pero sostiene que es imposible esperar que los trabajadores vengan antes a su comedor si su patrón no cambia las reglas del juego. Esto es, reivindica que antes de la gastronomía, se modifique lo laboral. Y así, cuadrando piezas, Prats, como en un laboratorio, se va dando cuenta del efecto dominó

APRENDER DE LOS ERRORES

La experiencia generó un poso. Y un gusanito. Incluso en la escuela pública trataron el asunto. La profesora quedó maravillada con las reflexiones de los peques de quinto y sexto de primaria. Llegaron a conclusiones interesantes, como que después de comer están menos motivados, algo que ya se sabía pero que los jóvenes no habían verbalizado. Natàlia Franch, la directora, es partidaria de terminar antes las clases, pero, una vez más, el éxito de la iniciativa depende de agentes externos. Las extraescolares, por ejemplo. Si el entrenador de fútbol, que también trabaja, no sale antes del tajo, es imposible que avance el entreno programado para las 18.30 horas. Si el cole termina a las cuatro, lo que sucederá, apunta la educadora, es que los padres deberán buscar otras actividades para llenar el tiempo de los niños. O sea, más gasto para las familias. “Hace falta una revolución, pero no solo de los colegios: de todos”.

{"zeta-legacy-image-100":{"imageSrc":"https:\/\/estaticos.elperiodico.com\/resources\/jpg\/4\/4\/1480696413844.jpg","author":"MARC VILA","footer":"Albert Clara atiende a una clienta en su comercio de la calle Major.\u00a0"}}

En ello está, dentro de sus posibilidades, el alcalde. Dice creer mucho en la reforma horaria, aunque admite que sus quehaceres dan poco margen para que pueda dar ejemplo. “Aquello sirvió para que nos diéramos cuenta de lo que hay que cambiar para que podamos empezar antes el día”. Tras la restauración, el próximo objetivo es la educación. Un equipo de la Universitat de Vic (UVic-UCC) liderado por la doctora en Pedagogía Laura Domingo estudiará de qué manera el instituto público podría adaptarse al proyecto. Sucede lo que en todas partes, que la chavalada sale de clase a las tres de la tarde, con el añadido de que algunos jóvenes vienen de otros pueblos y entre una cosa y la otra se sientan a comer casi a las cuatro de la tarde. La idea sería que los alumnos vinieran ya desayunados al cole a las ocho de la mañana. Se eliminaría una de las pausas, la de la una del mediodía, cuando suelen devorar un bocadillo y deberían estar comiendo. 

Domingo explica que entre enero y junio se hablará con profesores, familias y estudiantes para valorar cuáles son las necesidades. A partir de ahí, también teniendo en cuenta la capacidad del centro (cocina y comedor), se realizarán una serie de propuestas que se aplicarían en el siguiente curso. Será, si todo va bien, el primer instituto catalán en abrazar la reforma horaria.  

"COMEMOS MEJOR"

{"zeta-legacy-phrase":{"name":"Isaac Peraire","position":"alcalde de prats","text":"\"La prueba piloto nos sirvi\u00f3 para darnos cuenta de las cosas que tenemos que cambiar para poder empezar el d\u00eda antes\""}}

Algunas funcionarias aprovecharon la prueba de abril para cambiar definitivamente su horario, eliminando la media hora del desayuno a media mañana. Cuentan que antes comían “cualquier cosa” al llegar a casa, sobre las 15.15 horas. Ahora se preparan el almuerzo la noche antes. Con el tiempo, y no saben muy bien por qué, se han dado cuenta de que comen mejor, de que cocinan con más mimo. Todas tienen hijos, y si esas dos horas hasta las cinco eran un paréntesis inútil, ahora lo aprovechan para jugar a pádel, hacer yoga o pilates… "Tenemos más tiempo para nosotras". Lamentan, sin embargo, que a esas horas -las cosas de ser pionero en algo- las tiendas estén cerradas. Recuerden: de una a cinco de la tarde, persianas bajadas; pueblo desierto. Gatos.

El ayuntamiento también está modificando horarios para ir sembrando conciencia. La cena del fin de semana joven se hizo a las ocho, hora y media antes de lo habitual. El pregón de la fiesta de invierno, en enero, se avanzará 30 minutos. Y los plenos municipales se convocan a las 19.30 y no a las 21.30 horas como se había hecho siempre. Peraire admite que no se han planteado todavía cómo abordar el tema con las empresas, uno de los huesos más duros de roer. “Saben muy bien de qué va, pero todavía no se han movido”.

Se trata, en definitiva, de cultivar un mensaje que genera pequeñas victorias. Como la que regaló el chaval que devoraba un bocata pasado el mediodía y se encontró a Peraire: “No me regañe, alcalde, ya sé que a esta hora debería estar comiendo”. La duda ahora es saber qué llegará antes a Prats, si la reforma horaria o la anhelada comarca del Lluçanès.

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{"zeta-legacy-despiece-horizontal":{"title":"Objetivo: septiembre 2018","text":"IGUALDAD DE G\u00c9NERO La \u2018consellera\u2019 de Governaci\u00f3, Neus Munt\u00e9, asegur\u00f3 el lunes durante la presentaci\u00f3n de la campa\u00f1a que la reforma horaria traer\u00e1 a Catalunya \u00abmayor igualdad de g\u00e9nero\u00bb, al margen de bienestar al conjunto de la ciudadan\u00eda. La mejor organizaci\u00f3n de los horarios laborales y lectivos permitir\u00eda, aseguras los impulsores, conciliar el trabajo con la familia.\u00a0"}}

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